sábado, 29 de agosto de 2009

Algunos datos

El consumo de carne proveniente de animales, especies salvajes y "cultivadas" marinas acarrea problemas de salud, económicos y ecológicos. Más allá del polémico maltrato a los animales, conviene reflexionar sobre las consecuencias del consumo excesivo de carne en los "países ricos" y su paulatina extensión a la población mundial.


El esquema alimentario occidental desaprovecha y esquilma la tierra, el agua, el aire y la energía. La producción comercial de carne "alimenta" a pocas personas a expensas de otras muchas. El grano que podría nutrir directamente al ser humano se utiliza para alimentar animales. Los cadáveres de éstos sólo devuelven cuando se ingieren un pequeña fracción de las proteínas que recibieron. Para producir 1 Kg. de carne de ganado bovino se precisan 16 Kg. de pienso compuesto a base de cereales y soja. Los 15 Kg. restantes se emplean en los procesos energéticos del animal, en la formación de las partes no comestibles de éste o se pierden formando parte de los excrementos.


Para apreciar lo poco nutritivos que son los animales, incluso como suministradores de proteínas, hay que compararlos con las plantas. Una hectárea de terreno cultivado produce cinco veces más proteína que si se destina a la producción de carne. Si en lugar de cereales se planta en él legumbres –guisantes, judías o lentejas- lo que, la relación es de 10 a 1, y si se trata de verduras es todavía mayor: 15 a 1. Estas cifras son aproximadas y por término medio. Si consideramos las diferentes plantas, individualmente, los resultados pueden ser mejores. Así, por ejemplo, una hectárea de terreno cultivado con espinacas puede llegar a producir hasta veinte veces más proteínas de las que nos podría suministrar una vaca que se alimentara de ella.


La mayor parte de los expertos en política alimentaria proponen una reducción drástica de la producción y del consumo global de la carne. La alimentación de la población no podrá depender, en un futuro próximo, de la carne. Pero no es necesario esperar para ver los efectos del hambre, pues en la actualidad dos terceras partes de la humanidad se encuentra sub-alimentada.


¿Qué sucedería si nadie ingiriera animales? A algunos les podría parecer un desastre. Pero hagamos números. Si dividimos toda la tierra que se puede arar en el mundo entre el número total de habitantes, a cada persona le correspondería media hectárea de tierra cultivable.


Para conseguir un solo Kilo de carne se necesitan 16 Kg. de alimento si se trata de un buey, 6 si es un cerdo, 4 si es un pavo y 3 si es un pollo. La producción de leche requiere aproximadamente un Kg. de pienso por litro. Si en la media hectárea hemos decidido criar un buey de 400 Kg. de peso, conseguiremos 160 Kg. de carne, pero sin poder plantar nada más en el terreno mientras viva el buey.


Quien centra su dieta en la carne para conseguir 2.500 calorías requiere una hectárea y media de terreno destinado a ganado. Si la misma persona basa su dieta en trigo, podrá alimentarse con la octava parte de una hectárea. Media hectárea cultivada con arroz y legumbres puede dar de comer a seis personas.


Pero se pueden obtener resultados todavía más sorprendentes si el ser humano consume las semillas germinadas. Los granos de los cereales y de las leguminosas son alimentos concentrados que, por su bajo porcentaje en agua y su riqueza en almidón y proteínas no se consumen crudos. La alternativa a la cocción de estos granos es la germinación. Por ejemplo, con el trigo necesario para nutrir a una persona con carne se puede alimentar a siete personas con pan, pero si se germinan las semillas se pueden alimentar a más de veinte personas.


Las personas que viven en países subdesarrollados no pueden permitirse "el lujo" de alimentar ganado con los cereales que cosechan. En EEUU, en cambio, el 90 % de la cosecha de cereales -maíz, centeno, avena y soja-, descartando las exportaciones, se destina a la fabricación de piensos para el consumo animal. El consumidor de carnes norteamericano utiliza como promedio cinco veces más recursos alimenticios que el colombiano, el indio o el nigeriano medio. La producción de la mitad del suelo cultivable de los EEUU se destina a consumo animal. Los países desarrollados, con sólo un tercio de la población mundial, utilizan el 75 % del pescado capturado en el mundo. La mayor parte sirve para fabricar piensos para ganado. Un tercio de la población africana de cacahuetes se utiliza para alimentar ganado en los países europeos del Este.


Los EEUU importan carne de vacuno, que proviene fundamentalmente de América Central, en cantidades equivalentes al consumo anual total de muchos países desarrollados, aunque la cifra total de estas importaciones constituye sólo la séptima parte del consumo de carne vacuno en EEUU. Si nos imaginamos que estamos en un comedor ante un filete de 150 g y que hay 50 personas, cada una de ellas con un cuenco vacío, el coste alimenticio de nuestro filete hubiera podido llenar los cincuenta cuencos con cereales.


La desequilibrada distribución de alimentos no es el único problema desencadenado por las industria cárnicas. Tres recursos básicos están disminuyendo en todo el planeta: tierra, abonos y agua. La producción de carne no sólo esquilma los dos primeros, sino que despilfarra grandes cantidades de agua: El agua, un recurso imprescindible para la vida, es cada vez más escaso. Para obtener un kilo de carne, arroz o trigo se necesitan, respectivamente, 20.000, 454 y 227 litros de agua. Además, la producción ganadera contamina el agua diez veces más que los humanos y tres veces más que la industria. Cada segundo, 125 toneladas de residuos procedentes de la ganadería industrial y la industria cárnica, se emiten contaminando los ríos y produciendo gases tóxicos como amoníaco, metano y dióxido de carbono que afectan a la capa de ozono y contribuyen al efecto invernadero. La producción de carne crea, así, diez veces más contaminación que las zonas residenciales y tres veces más que las industriales. Un huerto utiliza 1.300 litros de agua diariamente para producir el alimento de una persona vegetariana. La dieta occidental media consume en cambio 10.000 litros diarios para alimentar únicamente a una persona. Producir un Kilo ce carne nos cuesta a la humanidad veinticinco veces más en recursos que el mismo Kilo de vegetales. La producción comercial de carne agota los recursos de agua. Además, los desperdicios de las granjas animales son vertidos directamente a los ríos.


Si todas las reservas mundiales de petróleo se destinasen a la producción de alimentos, y no se gastara nada en transporte ni calefacción, para alimentar a todos los habitantes con la dieta típica occidental nos quedaríamos sin petróleo en trece años.


También se debe tener en cuenta que se consumen grandes cantidades de gas natural y petróleo para producir los fertilizantes empleados en la producción de cereales para pienso. Cultivar una hectárea de maíz puede consumir más de 600 litros de gasoil. Si se utiliza abono orgánico en lugar del químico se ahorra más de la mitad. Si este maíz se destina a consumo animal, el despilfarro es evidente. La conclusión es que podemos ahorrar mucha energía desde nuestro comedor.


Tampoco creamos que los océanos van a aportar una solución rápida a los problemas alimentarios. Para beneficiar nutritivamente a la población mundial el volumen de pesca debería aumentar seis veces. Y ya en estos momentos, debido en parte a la contaminación y al exceso de pesca pues la mayor parte de los océanos han sido diezmados, las capturas declinan. Del volumen mundial de capturas, una tercera parte se destina al alimento de animales.


Algunos expertos opinan que se debe aumentar la producción de carne en los países subdesarrollados. Estos aumentos de producción no significan obligatoriamente un aumento de consumo por los hambrientos del país. Por ejemplo, la producción de carne en América Central es actualmente mayor que nunca, pero la mayor parte de esta carne se consume en restaurantes de EEUU. Brasil es el tercer país ganadero del mundo –los dos primeros son EEUU y la antigua URSS-, pero la mayor parte de su carne se exporta, mientras sus habitantes la compran a unos precios altísimos, asequibles tan sólo a los ricos.


La ocupación del territorio avanza: "millones de hectáreas de selva y bosque son destruidos cada año, se convierten en tierra de pastoreo y en cultivos utilizados exclusivamente para alimento de animales", contribuyendo así a la desertización del planeta. Cada año, 300.000 km2 de selva tropical se destruyen para habilitar pastos para ganado.


A pesar de estos problemas, hay quienes dan un paso más y se deciden por el consumo de carne ecológica. Algunos productores explican así la cría ecológica: “Los terneros, además de amamantarse de sus madres y comer hierba durante un período entre 5 y 7 meses, se alimentan con materias primas de producción ecológica que se adquieren directamente a los agricultores que cumplen, con la normativa ecológica de la Unión Europea. No se emplean abonos químicos de síntesis, herbicidas ni ninguna otra sustancia que pueda causar daños al entorno. Una vez apartados de sus madres, los terneros se alimentan entre 5 y 9 meses con pasto, forrajes y piensos ecológicos. Como viven al aire libre, juegan, pelean y refuerzan sus músculos, sus carnes resultan mucho más tiernas y jugosas.”


La producción de carne ecológica nos enfrenta a una paradoja: se despliegan más recursos naturales y se acentúa aún más el carácter elitista del consumo cárnico. Desde la agroecología y el consumo responsable, no es sostenible ni tolerable nuestro consumo de carne actual, pero la solución no parece ser pasarnos a la carne ecológica. Aspirar a que toda la población mundial pueda acceder a comer carne es difícil. Pretender que sea ecológica, impensable.





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