martes, 22 de septiembre de 2009

Las personas y el vegetarianismo



Deberías saber esto: por muy lejos que se encuentre el matadero, eres cómplice del asesinato, la tortura y la mala vida del animal al que pertenece el trozo de carne que te estás comiendo.

Ningún animal te pertenece, ¿te crees acaso con derecho de servirte de ellos simplemente porque eres mas listo y no se pueden defender?.

Que tal te sentaría si viniese una raza superior,invadiese el planeta y nos utilizaran de alimento, imagínate que primero se llevan a tus hijos para trocearlos y laminarlos como hacemos nosotros con las terneras o los cerdos,luego te arrebatan a tus padres para triturarlos y hacer embutido con ellos y por último se llevan a tu novia o esposa de tu lado con el fin de hacerla procrear con los sementales mas rudos.

Un poco de EMPATIA es lo que nos hace falta nada mas para darnos cuenta de lo mal que lo estamos haciendo.

carne super

Ahora somos los vegetarianos los extraños, los que no nos alimentamos de cadáveres en descomposición pero esto un dia cambiará aunque por el camino penosamente quedarán billones de seres asesinados por una especie que se autodenomina “civilización”

RAMATIS

Os dejo un extracto de un libro maravilloso, filologia del alma del maestro Ramatís un espíritu miles de años mas evolucionado que nosotros. Según cuenta, incluso tuvo una encarnación en la desaparecida Atlántida.

Ramatís: El salvaje, aunque feroz e instintivo, se sirve de la carne para nutrirse, sin transformarla en motivos determinados para banquetes y libaciones de naturaleza requintada; mientras que los civilizados, reviven esos mismos apetitos salvajes, pero, paradójicamente, de modo más exigente, sirviendo de pretexto para disfrutar noches de placer bajo las luces fulgurantes de lujosos y modernos hoteles y restaurantes. ¡Criaturas ruidosas, alegres, que pregonan estar en posesión de genial intelecto, devoran en mesas festivas, los cadáveres de los animales regados con condimentos excitantes, mientras la orquesta famosa ejecuta melodías que se unen a los olores de la carne carbonizada o del cocido humeante! ¡Pero sabed que las poéticas y sugestivas denominaciones de los platos, expuestas en los aristocráticos menús no libran al hombre de las consecuencias y de la responsa­bilidad de devorar las vísceras del hermano inferior! A pesar de los floreos culinarios y de la “minuta” de manjares “sui generis”, que tratan de atenuar el aspecto repugnante de las vi­tuallas sangrientas, los hombres carnívoros no consiguen ocultar la realidad del desmedido apetito humano. Aquí, los “menudos a la milanesa” sugestivos, no dejan de ser otra cosa que trozos de vesículas e hígado, disimulando el sabor amargo de la bilis animal; allí, los “apetitosos riñones ensartados”, no consiguen sublimar su naturaleza de órganos secretores de la albúmina y de la urea, que aun rezuman bajo el cuchillo mortal. Aunque se quiera elogiar el esfuerzo del maestro culinario, las “patas a la europea”, no son otra cosa que las pezuñas del animal sacri­ficado; la “fabada” es, en realidad, un conjunto de habas cocidas con la inmundicia del chorizo ahumado, compuesto de partículas de distintas partes del puerco, incluso sus tripas, al que se añade la grasa del unto.
Es evidente que se debe disculpar al salvaje ignorante que se somete a la nutrición carnívora y pervierte su paladar, porque su alma atrasada ignora la suma de razonamientos admirables que ha logrado el civilizado en las esferas científica, artística, religiosa y moral. Mientras los banquetes pantagroélicos de los Césares romanos marcan la decadencia de una civilización.

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